El redoble de los tambores de sus cofradías hizo que se conocieran. 5 años más tarde serían también los redobles del tambor los que sellaran la boda de Nuria y Santiago en un enlace religioso cargado de sorpresas, regalos, jotas y muchísima emoción y alegría.

Y es que a la multitudinaria boda de Nuria de Santiago no faltaron familiares y amigos venidos de diferentes lugares. Como tampoco faltaron las distintas cofradías a las que pertenecían cada uno (la Cofradía de Jesús Nazareno de Barbastro, por parte del novio, y la Cofradía Jesús Nazareno y San Juan de Alagón, por parte de la novia), y tampoco el grupo Joteros de Alagón, al que también pertenecía la novia y que llevó a cabo la misa baturra.

Así pues, no faltaron tanto a la salida de la Iglesia como durante toda la celebración de la boda, bailes de jota y toques de tambor con los que sorprender a los novios y ¡hacerlos participar por sorpresa!.

Detalles sobre la ceremonia y la boda

El lugar elegido por los novios para celebrar la ceremonia religiosa fue la Iglesia de San Antonio en Alagón, lugar natal de la novia. Donde les esperaban 80 tambores de ambas cofradías con un toque especial compuesto para los novios.

Ambos iban guapísimos, la novia vestida por la firma Inmaculada García (Marengo) y el novio por la firma Nizeto Galán (Dress Bori).

Nuria y Santiago eligieron el Hotel Castillo Bonavía para celebrar junto a sus invitados tanto el banquete de bodas como la fiesta posterior, donde triunfó entre sus invitados la pulpería del Castillo (con showcoocking y buffet de pulpo) y también el riquísimo solomillo.

Fue una boda de estilo rústico y vintage y con muchísimos detalles personalizados y handmade que aguardaban en el Castillo Bonavía: como el libro de firmas (hecho por la novia con la técnica scrapbooking); un árbol de huellas hecho por la sobrina de la novia, Maria Sanz ¡toda una artista del dibujo!); letras de madera; una candy bar de estilo rústico, preparada también por los novios; y las invitaciones diseñadas por la novia acordes también con el estilo de la boda.

En la decoración no faltó la paniculata, como flor protagonista, cestas de mimbre y conos de arpillera que aportaban ese toque rústico. Los colores elegidos para la ocasión: blanco y beige.

Entre los regalos a los invitados, los más emotivos fueron sin duda fue la entrega de los ramos de flores a madres, abuela y también a la hermana de la novia. Éste último fue una réplica del ramo de novia de su boda, hace 25 años, ¡sin duda un regalo muy especial e inesperado!.

Para los invitados no faltó tampoco un photocall de lo más divertido, con gorros chulísimos y enormes de goma espuma y decorado con cortinas a modo de fondo y banderines.